Tengo un amigo que el pobre es... no sé cómo decirlo... gilipollas.
Vamos, el otro día estábamos viendo la tele y me dice:
- Oye... estaba pensando... Si todos los caminos conducen a Roma... ¿cómo sales de Roma?
Y yo pensé: 'Ya está éste otra vez'. Porque es que no para, el tío... Se pasa la vida haciendo preguntitas de estas que te dejan jodido, y que no sirven para nada.
Pero no es culpa suya, ¿eh? Éste es un mal derivado del Estado del Bienestar: como no hay parao, ni problemas de vivienda, ni nada, nos tenemos que buscar situaciones imaginarias para complicarnos la vida.
Mira que me fastidian las preguntitas hipotéticas...
- Oye, ¿tú por cuánto te dejarías cortar un dedo?
Y yo:
- Tío, yo qué sé..., eso es una gilipollez.
Pero lo malo de la gilipollez es que es contagiosa y, aunque no quieras, a los veinte segundos le preguntas:
- ¿De la mano o del pie?
Y él:
- De la mano.
Y ya te pasas toda la noche con la mano estirada, calculando qué dedo te hace menos falta. Al final, dices:
- Bueno, pues... por veinte kilos...
Y tu amigo:
- ¿Síiii? ¿Por veinte kilos? Yo ni de coña, tío...
Y te deja jodido: '¡Ufff! ¿Estaré malvendiendo los dedos?'. ¡Y así es como se sigue extendiendo la gilipollez! Porque tu quedas tan trabado que, al primero que ves, le dices:
- Oye, ¿tú te dejarías cortar un dedo por veinte kilos?
Y te dice el tío:
- No sé... todavía estoy pensando lo de la mierda.
Y tú:
- ¿Lo de la mierda?
- Sí: ¿Tú por cuánto comerías mierda?
Y tú:
- Huy... no, no, no... Yo ya no entro al trapo.
Y cuando te vas a pirar te dice:
- ¿Y si fueran a matar a tus padres si no te la comes?
Que ahí ya dices:
- Pero, vamos a ver... ¿Sería mía o de otro?
¡Y ya has entrado otra vez! ¡Pero qué gilipollez! ¿Qué clase de criminal va a secuestrar a tus padres y de rescate va a pedir que comas mierda?
Y me dice el tío:
- A tí lo que te pasa es que no quieres a tus padres...
Y eso ya me llegó al alma:
- Yo adoro a mis padres.
- ¿Sí? ¿Y si tu casa estuviera ardiendo y sólo pudieras salvar a uno, a cuál salvarías?
Pero, en esto de las preguntitas hipotéticas, las reinas son las mujeres. Ni el amigo más coñazo que tengas es capaz de igualarlas.
Porque si ya es difícil responder cuando te preguntan: '¿Estoy gorda?', lo que es insufrible es cuando empiezan: '¿Si yo estuviera gorda y te dejara por otro, tú me seguirías queriendo?'. Que te dan ganas de decirle:
- A ti no, pero a él le ponía un piso...
Es que se pasan la vida intentando pillarte, por eso es muy importante saber salir:
- ¿Si estuvieras en una sauna llena de mujeres desnudas, harías algo?
- Sí. Sudar.
Pero es que te preguntan cada cosa:
- ¿Tú me pondrías los cuernos con Julia Roberts?
Joder, pues claro. ¡Qué ganas de llevarse un disgusto por una cosa que lo mismo... ni llega a pasar!
Y a veces también te preguntan:
- ¿Tú te enfadarías si yo me acostara con Brad Pitt?
¡Que te da una pena, la pobre...! Aunque... yo me imagino a Penélope cruz y a Nacho Cano cuando eran novios, saliendo de ver Top Gun...
Ella:
- ¿Tú me perdonarías que yo me acostara con Tom Cruise?
Y él:
- Anda, anda..., infeliz...
Y es que esto de las preguntas hipotéticas llega a unos extremos...
¡Algunas mujeres hasta hacen combinaciones de cuatro elementos!:
- ¿Tú qué preferirías, que estuviera con otro en la cama pensando en ti o que estuviera contigo pensando en otro?
¡Tú pensando...! Eso sí que es hipotético!
- Y si te engañara, ¿qué te dolería más, que fuera con un hombre o con una mujer?
¡Coño! Lo que me dolería es que te enrollaras con una tía y no contaras conmigo...
A veces, incluso, parece que te están haciendo una pregunta normal, pero es sólo para colarte la otra:
- ¿Sabes que Alberto se va a volver a casar?
Y tú:
-¿Ah sí? Qué bien...
Y ella:
- ¿Y si yo me muriera tú te casarías otra vez?
Que ahí ya explotas, y le preguntas tú a ella:
- ¿Y si me casara otra vez, qué te dolería más, que me casara con un hombre o con Alberto de Mónaco?
Es que son tan retorcidas que utilizan las preguntas hipotéticas para hacerte chantaje emocional. El otro día fui a ver a mi madre y me dice:
- Hijo..., si yo fuera una carga, ¿me meterías en una residencia?
Y yo:
- ¿Qué pasa, mamá?, ¿que no te gusta el asilo?
A mí lo que me acojona es que esto se convierta en una epidemia. Cualquier día estás en el quirófano y entra el cirujano:
- Si tuviera que extirparle algo, ¿qué preferiría que le quitara, el apéndice o un pulmón...?
Menos mal que aquí la respuesta está clara. ¡Coño, de lo que hay dos!
Y a la hora de casarnos, ¿se lo imaginan?
- ¿Quieres a esta mujer por legítima esposa y prometes respetarla en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza hasta que la muerte os separe?
- Sí.
- Y si la fueran a matar... ¿comerías mierda?
En fin, fíjense si estas preguntas harán perder el tiempo en balde que ustedes llevan diez minutos leyendo este monólogo. ¡Es más! Me juego lo que quiera a que luego se van a preguntar unos a los otros por cuánto se dejarían cortar un dedo... ¡No lo hagan... no lo hagan por menos de veinte kilos!